Anteayer
murió Lourdes Valera, talentosa actriz y hermoso ser humano. Lulú fue la
primera actriz a la que entrevisté en mi vida. Yo llegué a esa conversación hace 12 años totalmente ignorante del arte y oficio
del actor. Mi única experticia era en la “Chiqui”, el personaje que ella hizo en El País de las Mujeres. ¡Aprendí tanto en esa primera entrevista! Después
vinieron muchas conversaciones, personajes y enseñanzas más. Y también llegó la
amistad. Hace rato.
Creo
que nunca he conocido una actriz o actor más agradecido que Lulú. Jamás la vi
escamotearle nada a sus personajes, ni quejarse de ninguno de ellos. Se entregó
a cada uno con pasión y con ese inmenso talento que le permitía transmitir y
trascender en todos los registros, desde la comedia hasta el drama. Lo hacía con igual soltura en el cine, en las tablas o en la televisión. Me maravillé mil veces de lo que era capaz de hacerme sentir como público y de lo que me ayudaba a entender como estudiosa.
Nunca vi
a nadie molestarse con Lulú. ¡Era una presencia tan positiva en el trabajo! Una
sonrisa permanente. Un profesionalismo a toda prueba. Y ni el cáncer pudo
cambiar eso. Lulú asumió la enfermedad con inmensa fe en Dios, un día a la vez,
y con la convicción inquebrantable de que el trabajo era su mejor terapia. Fue
una clase magistral sobre amor y vida. "Creando otra vida soy feliz", me escribió el 13 de septiembre de 2008.
Un día
en La Yaguara, durante las grabaciones de Ciudad Bendita, descubrimos una
coincidencia maravillosa: el hijo de su esposo Luis Alberto Lamata y mi hija
menor empezarían a estudiar en la misma universidad en Nueva York en el otoño
siguiente. Y se nos hizo el milagro de ver cómo nuestra amistad se multiplicaba en nuestros hijos. Es algo que
nos llenó de inmensa alegría y que nos unirá para siempre.
Desde
hace dos días la prensa y las redes sociales están llenas de reportajes y
homenajes a Lourdes. Me paseo por ellos con la satisfacción de saber que todas
esas palabras e imágenes son merecidas y justas, que su familia artística la
abraza en este viaje final, que Luis Alberto no está solo, ni Nohely, su amiga
del alma. Y siento la tenaza del dolor de no poder estar allá.
No es la primera
vez que me toca pasar un luto de lejos y sin el beneficio de eso que los
americanos llaman “closure” (cierre). Es uno de los saldos de vivir fuera de mi
país. El más difícil de todos. El
luto, cuando toca de lejos, es la experiencia más solitaria del mundo. Te
abrazas es con los recuerdos. Y aunque todos son hermosos y risueños, es imposible
no llorarte, Lulú.
¡Feliz viaje, amiga querida! ¡Gracias por tanto!
¡Feliz viaje, amiga querida! ¡Gracias por tanto!
2 comentarios:
Muy lindo y muy tuyo, uno está donde está su pensamiento y con certeza el tuyo está aquí
Un abrazo
Maga
Hermosas y sentidas lineas...todos extrañaramos y despedimos con un aplauso de pie a nuestra queridisma Lulú.
Abrazo
Esmeralda
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