En mi caminar por las telenovelas he compartido muchas horas con los que trabajan en estos dramáticos. Ellos trabajan en un ambiente que necesita de la prensa y programación dedicada al espectáculo. A la vez, son cada vez más frecuentes las oportunidades en las que diarios, revistas y shows, con tal de vender copias o subir unos puntos en el rating, se convierten en el peor enemigo del talento que labora en nuestra televisión y escenarios.
Creo firmemente que en el verdadero periodismo no hay cabida para el chisme y la especulación. Mucho menos para la calumnia.
A su vez, el público sobreexpuesto a estos espacios, se desensibiliza y siente una creciente y falsa sensación de intimidad con las personas que son blanco de esos comentarios infundados y cuyo talento nos regala entretenimiento. Esa falsa sensación de intimidad hace que el público también se sienta con derecho a juzgar, a pesar de estarse alimentando con información falsa.
En relación a este tema, he aquí la primera parte de un escrito valiente e imprescindible de leer de una de las actrices más talentosas y comprometidas del continente:
Beatriz Valdés.
Soy actriz y me llamo Beatriz Valdés
Hace 18 años, varios meses después de llegar a Venezuela, tuve que buscar desesperadamente un apartamento para mi compañero, mi hijo de 3 años y yo. Y un día, al fin, encontré una posibilidad que nos permitiría algo de paz. El apartamento me lo mostraba la administradora, a la que le dije que estaba interesada y me preguntó: ¿En qué trabajas?, Soy actriz... le dije....
Y de inmediato me gritó: ¡Ah, no! , ¡yo no hago tratos ni con artistas, ni con militares! No puedo describir con claridad la desolación que sentí en un instante y cómo aquella respuesta me catapultó al epicentro del juicio y la descalificación.
¿Ni artistas ni militares?... pensé... ¿Qué significa eso? ¿Es que ser actriz me convierte en desechable? Mis lágrimas fluían solas y, como pude, le pregunté por qué me decía eso, a lo que ella respondió que "ambas profesiones tenían muy mala reputación".
...Bueno le dije yo no sé de militares, pero no tengo por qué dudar de que sean buenas personas. Tampoco sé cuál habrá sido su experiencia con los artistas, pero yo le voy a contar la mía: yo llevo meses trabajando en este país, vine con mi hijo de 3 años, porque me enamoré de un venezolano y ahora no tenemos dónde vivir.
Han sido unos meses duros, sin casa y sin familia.
Sin embargo, este calvario se me ha hecho soportable gracias a mis compañeros de trabajo. Usted sabe de quiénes le hablo, porque debe haberlos sintonizado alguna vez a las 9 de la noche y, por alguna razón que no comprendo, ahora usted los juzga con tanta facilidad. Ellos me han dado cobijo y apoyo. Ellos han cuidado a mi hijo.
Ellos me han hecho sentir que éste es un buen país, en el que puedo llegar a sentirme en casa. De ellos he recibido amigabilidad y respeto a pesar de ser una "recién llegada" y de ser, potencialmente, una competencia. No sé qué experiencia ha tenido usted con los artistas, pero la mía me permite confiar en el ser humano, a pesar de saber que existen personas como usted.
Ese día marcó mi vida en Venezuela, porque entendí que mi valor e integridad personal dependían también de la opinión que se tuviera de mi profesión.
Pronto supe que al estigma de ser actriz tenía que agregarle el "detallito" de haber nacido en Cuba. Pero gracias a aquel incidente con aquella señora y al apoyo incondicional de mis compañeros, pude sobrevivir a otros eventos mucho más dolorosos.
Pude sobrevivir, por ejemplo, a la prohibición de mi participación en la TV venezolana, una vez que me negué a declarar en contra de mi país, condición que me exigió la productora que me contrataba, para continuar trabajando en ella. En esos largos años, mis compañeros y mi gremio me salvaron. José Ignacio Cabrujas se negó a sacarme intempestivamente de la novela en la que estaba participando, según la orden que le dieran las autoridades de la empresa.
Gracias a él, a quien no había visto nunca en persona, terminé su novela y la compensación de su respeto, me sirvió para retirarme con dignidad de un lugar en el que pretendieron que me traicionara a mí misma.
Tres largos y destructivos años después, en los que, sin poder trabajar, mi depresión arrasó hasta con mi relación de pareja, Radio Caracas Televisión, específicamente Cesar Bolívar, Gerente de Dramáticos en esa época, se impuso al veto que me impedía hacer televisión y junto con Fausto Verdial, me entregaron el personaje que me salvó de tanto desánimo. Libertad se llamaba y eso fue lo que sentí en toda la magnitud de la palabra.
Nunca olvidaré ese personaje, porque le entregué mis entrañas y me expresé a través de ella. Cada gramo de mi cuerpo vibró en una defensa entrañable de mí misma. Gracias a ella, tuve el privilegio de conocer y adorar a Mariano Álvarez, paradigma de la integridad y virtuosismo profesional y que se convirtió, junto con su familia, en la mía propia.
Gracias a ese veto, gracias a todo lo que me quitaron, pude ganar algo tan valioso.
Pude sobrevivir, también, a la vejación que sufrió mi hijo, cuando con 11 años, sus compañeros lo abuchearon a coro, en el patio de su colegio, gritándole: "cubano, marico, huevón... se va, se va, se va". Este evento lo sobrevivimos juntos y con altura, entre otras cosas, porque teníamos el respaldo de una familia elegida, gloriosamente representada por Elba Escobar y su hijo Simón, que se hermanaron con nosotros y nos ayudaron a comprender que un país quebrado sangra por lugares insólitos.
Con ellos lloramos por este país, cada vez más nuestro.
He estado en la boca del dragón y de mí se ha dicho que he habitado la cama de personajes ilustres o lamentables, según se mire el daño que se haya querido hacer. He hecho personajes duros y terribles y hay quienes han atribuido a mi carácter o a mi personalidad, algunas de sus actitudes extremas, pero siempre he pensado que eso forma parte del juego. He sido presionada a expresarme a favor de la conveniencia de la opinión que estuviera sobre el tapete y me he mantenido íntegra, con la conciencia de mis principios y la memoria de los valores con los que crecí, porque ellos me otorgan el derecho a expresarme en un ambiente de amor, si es eso lo que quiero para mí. He cuidado mi vida privada, con tranquilidad y sin aprovecharme, jamás, de aquello que pudiera alimentar ni chisme, ni centimetraje alguno. He concedido entrevistas a periodistas serios y respetables y me han tratado sin favoritismos pero con respeto y consideración y jamás he recibido ninguna queja ni de mi trato, ni de mis opiniones, todo lo contrario. Resumiendo, he recibido vejaciones que he podido superar, porque me ampara la opinión que tengo de mi misma y porque sé muy bien el delicado lugar que ocupo. Me he fortalecido con cada momento difícil y he crecido con cada experiencia.
(Diario Tal Cual--Agosto 17, 2010)
A la espera de la Parte II mañana...