A PROPÓSITO DE “TELENOVELA ADENTRO”
Leonardo
Padrón
La tradición dicta que la cultura popular suele conquistar
el desdén automático de los ámbitos académicos. La llamada intelligentsia gusta de mirar por el rabillo del ojo y con dos
dedos cubriendo su nariz a toda manifestación cultural de consumo masivo. En
esta vieja historia, la telenovela ocupa un rol protagónico. Contar con
millones y millones de adeptos a lo largo del planeta activa todos los recelos.
Los círculos intelectuales exudan un sustantivo que es un reflejo automático al
referirse a la televisión: prejuicio. La piensan como un burdel gigante y a la
telenovela como su celestina mayor. Quizás no es casual que justo ayer se celebrara
el nacimiento de José Ignacio Cabrujas, un hombre de teatro y de luminosas
neuronas que entregó buena parte de su vida a dignificar la propuesta de la
telenovela venezolana. Atreverse a ser también un hombre de televisión le
granjeó el desprecio de no pocos intelectuales del patio. Precisamente ayer, a
guisa de homenaje, el escritor Gustavo Valle hizo circular en las redes un
perfil que publicara hace años sobre José Ignacio Cabrujas. Allí escribió lo
siguiente: “No recuerdo en mi época de estudiante en la Escuela de Letras en la
UCV la menor mención a su escritura, a pesar de que Cabrujas ya era el gran
dramaturgo y el cronista estrella. Así como batía record de lectores, batía
record de indiferencia académica. No querían a un escritor de telenovelas entre
sus pares. Afortunadamente hoy en día las cosas han cambiado. Para nadie, o
casi nadie, es inconcebible pensar la cultura sin la participación de lo
popular”.
Suscribo
las palabras de Gustavo Valle. Claro, tampoco es que a la telenovela le han abierto
de par en par las puertas de sus sacrosantos recintos. Pero al menos la han
dejado entrar, con cierto aire furtivo. Y ese cambio en la mirada se debe a
gente como Carolina Acosta Alzuru, alguien que ostenta un PHD en Comunicación
Social en la Universidad de Georgia, y que desde hace 16 largos años se ha
dedicado a investigar con profusión y rigor las entrañas del célebre y a la vez
satanizado género del melodrama audiovisual. Carolina Acosta muy pronto olfateó
el tamaño de la aventura intelectual que iniciaba y siendo su zona de
investigación favorita la interacción entre medios, cultura y sociedad entendió
que la telenovela era la comarca perfecta para profundizar su análisis.
Sus
exhaustivas investigaciones sobre el tema han sido premiadas internacionalmente
y la han llevado a sitios tan extremos entre sí como la India, Chile, Suecia, España,
Irlanda, Turquía, Francia, México o Serbia, para hablar del género donde
Venezuela fue vanguardia y hoy llora de nostalgia sobre sus escombros. Así,
como saldo de esos 16 años de dedicación, Carolina Acosta nos presenta hoy su
tercer libro llamado Telenovela Adentro,
un libro peculiar donde, sacudiéndose el corsé académico, la autora da paso a
un tono más íntimo y subjetivo y descuelga sobre las páginas una polifonía de
textos de distinto origen pero igual desembocadura.
Tampoco es
casual que el epígrafe que inicia el libro sea una frase de Cabrujas: “Estamos
iniciando una travesía por un género desprestigiado en los círculos altos y, al
mismo tiempo, instalado en la conciencia de nuestros pueblos”. Esa frase resume
estupendamente la intención del libro de Carolina Acosta Alzuru. Aquí están sus
muchos años de navegación en el mundo del melodrama. Aquí está su mirada más
honesta y conmovida, y no por ello, menos rigurosa. Si alguien quiere saber
cómo es la trastienda de la industria de la telenovela, he aquí una notable
puerta de acceso. Es, como ella misma lo
ha dicho, un libro que se mete debajo de la piel del género.
La televisión, que se basa en la construcción de fantasías,
genera a su vez una impresión fantasiosa sobre su naturaleza. La gente suele creer
que los actores son insoportables divos que acumulan fortunas en mansiones
impensables. El cenital de la fama suele distorsionar la realidad objetiva. La audiencia
también supone que el mundo del espectáculo, por definición, está lleno de
fatuidad. Una de las zonas que ilumina este libro es justamente ese territorio
de falsas leyendas y largo chismorreo que estereotipa la mirada. Aquí, los
hacedores del espectáculo (actores, productores, directores, escritores) son
revelados en su verdadera dimensión. Este libro descorre el telón sobre los
recintos mas privados del gigantesco galpón donde se fabrican historias de
amores imposibles. Y, más allá de analizar las tramas argumentales que fascinan
a tantos televidentes, se asoma a su complejidad, a sus riesgos, a sus enemigos
naturales y a sus héroes anónimos.
Carolina, como toda académica que se respete, se ha basado
en dos métodos indispensables: la mirada que se detiene y la palabra que
interroga. La investigadora que observa y toma nota, que pregunta y toma nota. Así,
ha ido descubriendo cómo un atajo de 40 páginas de escritura diaria se
convierte en emoción, en espectáculo público, en rating, en hecho sociológico,
en producto cultural. Por eso aquí está también el país del presente, la
Venezuela agobiada por la censura, y su hija oscura, la autocensura, está aquí
la crisis severa, la terapia intensiva que hoy somos, la mirada a otras
latitudes que ahora reinan sobre el género, está aquí la mirada sobre eso que
llaman la telenovela internacional que va desde Doña Bárbara, versión Miami, a
la Reina del Sur, emblema exitoso de la llamada narconovela.
No dejo de celebrar que alguien que se ha formado en las
entrañas de los pasillos universitarios luche de forma tan enfática por entender
las más íntimas resonancias sociales de un género tan satanizado y, a la vez,
tan irreversiblemente popular como la telenovela.