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mayo 11, 2008

MAMASANTA Y PATRIA MIA: DOS MADRES DE TELENOVELA


Hoy, Día de la Madre, fijo mi mirada en dos de las madres de telenovela que conozco mejor: Mamasanta y Patria Mía de Cosita Rica. Y  me permito copiar aquí algunos fragmentos de mi libro sobre esta telenovela, Venezuela Es Una Telenovela y acompañarlos de un video donde se pueden apreciar algunas de las facetas de estas dos madres venezolanas con innegables características universales.

Mamasanta:

Tradicionalmente, los ciegos de telenovela son representados como víctimas, si el personaje es «bueno». Si el personaje es «malo», entonces es común que no sea realmente ciego y más bien se esté haciendo pasar por invidente para provocar compasión y lograr alguno de sus malévolos fines. En todo caso, los ciegos de las telenovelas son personajes tristes y lastimosos. Sin embargo, Mamasanta, personificada por la maravillosa Tania Sarabia, es ciega desde hace muchos años y eso no le impide valerse por sí misma y trabajar en su panadería todos los días. Propensa al humor, Mamasanta es un personaje luminoso, intuitivo y optimista. Su presencia no produce pesadumbre sino inspiración. Ella es una madre universal capaz de percibir a través de sus otros sentidos lo que los demás no pueden ver con sus ojos: el alma de los que los rodean.

Patria Mía:

Encarnada en la piel tostada, los ojos verdes y la credibilidad de Gledys Ibarra, y respaldada por un libreto pleno de alusiones a la realidad nacional, Patria Mía es, simultáneamente, mujer y país. 

Desventurada en el amor, Patria Mía tiene dos hijos de padres diferentes y ausentes. Mientras lucha por educar, alimentar y vestir a Melao y a Nixon les insiste que tengan una vida distinta a la que ella ha vivido.

Patria Mía es la mujer venezolana en busca de la pareja que la ame, comprenda, apoye y le de la seguridad económica que le permita educar a sus hijos y tener una vida mejor que la de subir y bajar escaleras, o pisos en una torre donde nunca podría ser otra cosa que la ascensorista. Patria es también Venezuela en su eterna espera de un príncipe azul, de un mesías que la saque de su ciclo de subidas y bajadas económicas, que le permita mejorar el nivel educativo de todos sus hijos y que le extirpe la pobreza que la agobia.