febrero 21, 2010

VIENDO DE NUEVO A "LA DUEÑA"




Siempre que me preguntan cuál es mi telenovela favorita respondo que La Dueña (Venezuela, 1984). Esta novela fue escrita a cuatro manos por José Ignacio Cabrujas y Julio César Mármol, y protagonizada por Amanda Gutiérrez y Daniel Alvarado.

La novela está escrita como un homenaje a El Conde de Montecristo de Alejandro Dumás. Más aún, La Dueña es El Conde de Montecristo, pero contado en la época gomecista y pos-gomecista de la historia venezolana, y con una protagonista mujer, a la cual meten en un manicomio del cual logra salir 10 años más tarde para vengarse de los que la dañaron.

Recientemente tuve la oportunidad de ver La Dueña otra vez. Fue un ejercicio interesantísimo ya que en 1984 yo no planeaba todavía estudiar un doctorado en comunicación social, ni me podía imaginar que algún día me dedicaría a investigar las telenovelas.

Siguiendo la disciplina académica, comencé a ver la novela con una serie de preguntas en mente:
  • Con una década de estudios de telenovelas a cuestas, ¿me gustaría todavía La Dueña tanto como había sucedido en 1984?
  • ¿Qué fortalezas y debilidades le veía ahora a la novela?
  • ¿Qué diferencias tenía La Dueña con las telenovelas de hoy en día?
La novela me volvió a enganchar. Y al hacerlo reafirmé cuáles son los elementos que me gustan en una telenovela:
  • Construcción cuidadosa de los personajes
  • Diálogos inteligentes
  • Talento actoral
  • Coherencia en las vueltas de la historia
La Dueña es una novela con un alto nivel de escritura y un bajo nivel de producción, inclusive para 1984. Tiene poquísimos exteriores y un número limitado de decorados. El vestuario es la excepción. Está bien cuidado, adecuado a la época histórica de la novela y contribuye de manera efectiva a dibujarnos cada personaje.

A pesar de que La Dueña está dominada por el drama, el humor se hace presente como contrapeso de la historia central aligerando nuestra digestión de la telenovela. Los parlamentos de La Dueña utilizan correctamente las referencias históricas de la época donde transcurren los hechos. Son parlamentos cabrujianos: rítmicos, poéticos y profundos. Pero, sobre todo, coherentes con el personaje que los pronuncia. Son parlamentos largos en escenas largas. MUY largas para los estándares que manejamos hoy en día. Cuando uno ve La Dueña, uno entra en un ritmo distinto. No es que no pasan cosas todo el tiempo, sino que las escenas tienen el doble o el triple de longitud que las escenas de las telenovelas actuales.

Mención aparte merece el elenco de La Dueña. Todo un lujo. Salvo una que otra excepción, todos los actores de esta novela están extraordinarios en sus papeles.

-Amanda Guiérrez desarrolla magníficamente el doble personaje de Adriana/Ximena, utilizando dos tonos de voz, dos maneras de caminar, dos actitudes ante la vida, y le añade a Ximena el detalle de la mano dañada por el abuso recibido en el manicomio.

-Daniel Alvarado no era el típico galán de telenovelas y eso no importó. Detestamos a su Mauricio Lofiego cuando es arrogante, ciego y machista, y lo adoramos cuando lo vemos enamorado y humilde ante sus errores.

A continuación, el capítulo 19. Ir a la marca 46:30 para una escena de los protagonistas:




Sería muy largo detenerme en el resto de los actores y su trabajo. Podría escribir páginas al respecto. Son muchos y muy talentosos. (Es interesante ver la gran cantidad de personajes y sub-tramas que tiene esta novela cuando hoy en día hay quienes se quejan de que algunas telenovelas venezolanas tienen demasiados personajes y, a la vez, se declaran admiradores de Cabrujas y de Mármol).

Voy a mencionar sólo a cuatro de esos extraordinarios actores:

-María Cristina Lozada es Purificación Burgos, la gran villana de la historia. Purificación es un personaje que no tiene fisuras actorales, ni de libreto. Cabrujas y Mármol se lo sirvieron a María Cristina Lozada y ella lo hizo crecer hasta hacerlo inolvidable para los venezolanos. Actoralmente es un trabajo de la más delicada orfebrería.

A continuación, el capítulo 45. Buscar el minuto 15 para ver una escena de Purificación Burgos con su segundo hijo, Abelardo:



-Eduardo Gadea Pérez es Manuel Antonio Lofiego. El personaje es un compendio de las características más encantadoras y preocupantes de los venezolanos. Manuel Antonio es simpático, charlatán, bebedor e improvisado. Sus escenas tienen la carga exacta de humor en medio del drama que es La Dueña.

A continuación, el capítulo 78 donde hay un par de escenas de Manuel Antonio Lofiego. Ir primero al minuto 17 y luego al minuto 31:



-Carlota Sosa como María Consuelo Téllez, una mujer cuya inteligencia y manera de ser no encajan con la rigidez de la época y con el país en que le tocó vivir. Hay una inmensa verdad en esta actuación de Carlota Sosa, la primera que recuerdo haberle visto.

A continuación de nuevo el capítulo 78. Ir a la marca del minuto 8 para la escena final de María Consuelo y Adriana y al minuto 32 para su escena final con Mauricio:




-Fina Rojas como Elvira, la mujer que crió a la protagonista Adriana. Hasta que llegó La Dueña, para mí Fina Rojas era una actriz cómica que trabajaba en la Radio Rochela. Elvira es un personaje cien por ciento dramático y Fina Rojas lo ejecutó con brillantez y soltura.

A continuación de nuevo el capítulo 45. Buscar la marca del minuto 36 para una larga escena entre Elvira y el protagonista, Mauricio:




La Dueña es un ejemplo de que los elementos fundamentales de una buena telenovela son el libreto y el talento actoral. También nos recuerda por qué la traición y la venganza son elementos clásicos de las telenovelas. Y por qué el principio de crimen y castigo es uno de los códigos más perdurables del género.